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jueves, 11 de agosto de 2011

DÍA INTERNACIONAL DE LA JUVENTUD 12 DE AGOSTO


Desde el punto de vista demográfico, los jóvenes son ante todo un grupo de población
que se corresponde con un determinado grupo etario y que varía según los contextos
particulares, que generalmente se ubica entre los 15 y los 24 años. En el caso de
contextos rurales o de aguda pobreza, el entorno se desplaza hacia abajo e incluye el
grupo de 10 a 14 años; en varios casos el contexto de estratos sociales medios y altos
urbanizados se amplía hacia arriba para incluir al grupo de 25 a 29 años. Desde esta
perspectiva, los jóvenes —según diversas circunstancias particulares— pueden
identificarse como el conjunto de personas que tienen entre 10 y 29 años.

Desde los enfoques biológicos y psicológicos, la juventud estaría definida como el
período que va desde el logro de la madurez fisiológica hasta el logro de la madurez
social. Pero no todas las personas de una misma edad recorren este período vital de la
misma forma, ni logran sus metas al mismo tiempo; desde la sociología y la ciencia
política se ha insistido en la necesidad de incorporar otras variables al análisis del
fenómeno juvenil. Por tanto, el concepto de juventud tiene significados muy distintos
para las personas pertenecientes a distintos sectores sociales (varones y mujeres,
pobres y no pobres, habitantes rurales y urbanos, entre otros) y la juventud se vive de
maneras muy diversas, según el contexto circunstancial en que las personas crecen y
maduran (sociedades democráticas o autoritarias, tradicionales o modernas, agrarias o
industrializadas, laicas o religiosas, u otras). (CELADE, 2000).

La Organización de las Naciones Unidas al reconocer la importancia del papel de los jóvenes
en el desarrollo de sus países creó El Programa de Juventud de las Naciones Unidas. 

El Programa tiene el propósito de incrementar el conocimiento de la situación global de la juventud y aumentar el reconocimiento de los derechos y las aspiraciones de los jóvenes. También trabaja para fortalecer la participación de la juventud en los procesos de adopción de decisiones como un medio para alcanzar la paz y el desarrollo.

En México, esa tarea la lleva a cabo el Instituto Mexicano de la Juventud (IMJ). Desde su creación el 6 de enero de 1999.

El IMJ tiene como propósito definir y aplicar una política nacional de juventud e incorporarla plenamente al desarrollo del país, en cuanto a organización, salud, empleo y capacitación, prevención de adicciones y otras.

El 17 de diciembre de 1999, la Asamblea General de Naciones Unidas retomó la
recomendación de la Conferencia Mundial de Ministros encargados de la Juventud
(Lisboa, 8-12 agosto 1998) de declarar el 12 de agosto Día Internacional de la
Juventud. Desde entonces se celebra ese día como medio para promover una mayor
toma de conciencia del Programa de Acción Mundial para los Jóvenes hasta el año
2000 y años subsiguientes (PAMJ), aprobado en diciembre de 1995 por la Asamblea
General de las Naciones Unidas (resolución 50/81).
Con ese fin, para el año 2005 se eligió el tema: Haciendo realidad los compromisos,
con el objetivo de revisar los logros alcanzados a partir del Programa de Acción
Mundial para los Jóvenes.


La juventud en el mundo

A continuación presentamos algunos datos relevantes presentados por las Naciones
Unidas en el Informe sobre la Juventud Mundial 2005:

Entre 1995 y 2005, la juventud mundial integrada por personas entre los 15 y los
24 años de edad, ha aumentado de 1.025 millones a 1.153 millones, de los cuales
aproximadamente 510 millones son mujeres y 540 millones son hombres. En la
actualidad la juventud representa 18% de la población mundial y 85% de todos los
jóvenes del mundo vive en los países en desarrollo.

La tasa de participación de los jóvenes en la población económicamente activa, en
términos mundiales, se redujo en casi cuatro puntos porcentuales entre 1993 y
2003. Eso se debe principalmente a que cada vez son más los jóvenes que
estudian y que prolongan sus estudios: Sin embargo, la tasa de desempleo juvenil
es alta y algunos jóvenes desisten de formar parte de la población activa al perder
la esperanza de encontrar trabajo.

Las estadísticas de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) indican que el
desempleo juvenil en el mundo aumentó de 11.7% en 1993 a 14.4% (88 millones)
en 2003, alcanzando un máximo histórico. En 2003, las tasas de desempleo juvenil
más elevadas se registraron en Asia occidental, y África septentrional (25.6%), y
África subsahariana (21%); y las más bajas en Asia oriental (7%) y las economías
industrializadas (13.4%).

Se calcula que, en la actualidad, casi 209 millones de jóvenes, es decir,
aproximadamente 18% del total, vive con menos de un dólar al día y 515 millones,
es decir, casi 45%, con menos de dos dólares al día. El Asia meridional cuenta con
el mayor número de jóvenes por debajo de ambos umbrales de pobreza, seguida
del África subsahariana. Utilizando otro indicador, estas regiones también cuentan
con las mayores concentraciones de jóvenes desnutridos.

El embarazo precoz, si bien ha disminuido en muchos países, sigue siendo un
problema importante, sobre todo por los riesgos que entraña para la salud de la
madre y el niño y por sus efectos en la educación y las perspectivas de vida de las
niñas. En el mundo entero se registran 14 millones de partos al año de mujeres
menores de 20 años. Este tipo de parto representa 17% de todos los partos en los
países menos adelantados. Una de cada tres mujeres en los países en desarrollo da
a luz antes de los 20 años. El embarazo es la causa principal de mortalidad de las
jóvenes que tienen entre 15 y 19 años de edad, debido principalmente a
complicaciones relacionadas con el parto y los abortos practicados en condiciones
de riesgo.

Cada año, cinco millones de mujeres de 15 a 19 años de edad se someten a
abortos, 40% de los cuales son practicados en malas condiciones.

En estudios encargados de investigar la comprensión de los jóvenes acerca de las
cuestiones relacionadas con el síndrome de inmunodeficiencia adquirida (SIDA), se
llegó a la conclusión que si bien ambos sexos estaban muy mal informados, el nivel
de desconocimiento era particularmente elevado entre las niñas de 15 a 19 años de
edad.

Se estima que en Asia central y Europa oriental, 25% de quienes se inyectan
drogas son menores de 20 años de edad, y que el consumo de todo tipo de drogas
ha aumentado significativamente entre los jóvenes de esa región desde principios
del decenio de 1990. El hábito de fumar también ha aumentado entre niños y
niñas. Los estudios muestran que en algunos países de la Comunidad de Estados
Independientes (CEI)3 6 de cada 10 niños de 15 años de edad habían reconocido
haberse embriagado al menos dos veces en 2001.

La juventud mexicana

La importancia de los y las jóvenes en el contexto nacional no deriva solamente de su
relevancia numérica, sino también, y sobre todo, de sus necesidades, demandas,
problemas y potencialidades particulares y del reto que significa garantizar su
participación plena en las diversas esferas de la vida social, política, cultural y
económica del país. Ellos y ellas enfrentan en la adolescencia y la juventud temprana
decisiones y transiciones trascendentales que tendrán importantes implicaciones para
su desarrollo personal y sus trayectorias de vida.

Según datos del XII Censo General de de Población y Vivienda, durante el año
2000, la población total de México alcanzó alrededor de 97.4 millones de
habitantes, de los cuales 33.6 millones son jóvenes entre 12 y 29 años de edad, lo
que equivale a 34.5% de la población total. De ellos, 48.5% son hombres y 51.5%
mujeres (Projuventud, 2002).

La participación económica varía de acuerdo con el sexo y la edad de los jóvenes.
En el caso de los varones de 15 a 19 años, casi la mitad trabaja (49.1%),
proporción que asciende a cuatro de cada cinco entre los 20 y 24 años de edad
(80.7%); entre las mujeres de esas edades la proporción de económicamente
activas es 24.2 % y 40.8 %, respectivamente. Los jóvenes de ambos sexos sufren
el mayor nivel de desempleo abierto en el país, con una tasa de 4.6 % que
equivale a 454 mil personas. (Conapo, 2003)

El nivel promedio de ingreso de la PEA juvenil en el ámbito nacional es de 1.6
salarios mínimos al mes, lo cual refleja los niveles precarios en sus condiciones
laborales. Según la Encuesta Nacional de la Juventud (ENJ), sólo 29.3% de los
jóvenes cuenta con un contrato de trabajo; de éstos, sólo 38.8% posee estabilidad
laboral, pues el resto son contratos por obra determinada, eventuales o de
confianza. Adicionalmente, 37% de la PEA juvenil no tiene ninguna prestación
social y 47.3% tiene, como única “prestación”, el salario base. (Projuventud, 2002)

En el año 2000, la escolaridad de las generaciones de jóvenes han alcanzado los
8.6 años en promedio. Esta situación no es igual para toda la población del país: en
las zonas rurales (localidades con menos de 2 500 habitantes) el promedio en los
hombres es de 6.7 años y en las mujeres 6.5 años, es decir, apenas se llega a
completar la primaria; en contraste, las zonas urbanas (localidades con 2 500
habitantes o más) el promedio es de 9.1 y 9.3 años, respectivamente, lo cual indica
que se ha concluido el ciclo básico obligatorio. (Conapo, 2004)

Los resultados de diversas encuestas muestran que la edad promedio a la primera
relación sexual ha disminuido de 17.2 a 15.9 años entre 1995 y 2000. Entre las
mujeres de 15 a 19 años, 25 % había experimentado su primera relación sexual y
80 % tuvieron esa relación sin protección. (Conapo, 2004)
Las muertes de mujeres jóvenes asociadas con el embarazo, parto y puerperio
representan 5.3% de las defunciones entre los 15 y los 19 años de edad y 9.4%
entre las de 20 a 24 años, lo que representa, la quinta y la segunda causa de
muerte en estos segmentos de edad, respectivamente, de acuerdo con un estudio
del Consejo Nacional de Población. (Conapo, 2003)

Entre los jóvenes, la incidencia acumulada de casos de SIDA aumentó de 14.7 por
cada cien mil en 1990 a 22.6 en 1998. Para 2003 representaba la quinta causa de
muerte de los hombres de 20 a 24 años de edad. Las personas de 25 a 34 años de
edad constituyen el grupo más afectado con 41.6% de los casos registrados en
adultos. La razón hombre/mujer de casos de SIDA en el grupo de 15 a 24 años es
de 4.7, es decir, hay una mujer joven infectada por casi cinco hombres jóvenes en
esa situación. Esa relación es de una por cada 6.5 varones para el total de la
población, lo cual indica una mayor vulnerabilidad de las mujeres jóvenes a
contraer la enfermedad (Conapo, 2003).

Según la ENJ, de los jóvenes con edad para votar (83.1%) que poseen credencial
de elector, los hombres representan 82% y las mujeres 84.1%; de los cuales casi
ocho de cada 10 han votado alguna vez; y 67.8% votaron en las elecciones del año
2000.

La ENJ también indagó sobre la valoración de los y las jóvenes en torno a su
imagen de mujer y de hombre; se les preguntó sobre los aspectos que apreciaban
en una mujer, ocupando el primer lugar la cualidad de “responsable“ (H=38.1%;
M=41.6%); en segundo, pero a una distancia considerable, que sea “tierna y
comprensiva” (H=16.4%; M=9.8%), seguido por “inteligente” (H=12%;
M=11.1%). Para el caso de la figura masculina, coincidió como primera
característica el “ser responsable” (H=50%; M=57.3%) pero con un porcentaje
considerablemente mayor que en el caso femenino, quedando en segundo lugar el
“no tener vicios”.

Llama la atención observar el lugar donde las y los jóvenes se reúnen con sus
amigos, ya que entre mujeres y hombres la diferencia resulta significativa. Mientras
las primeras prefieren reunirse con sus amigos en la casa de alguno de ellos
(31.9%), los hombres mayormente escogen como lugar de reunión la calle o el
barrio (37.5%). (ENJ, 2000)


Si bien los jóvenes actualmente tiene el desafío de ser conductores de un desarrollo
económico y social que permita reducir la pobreza y la desigualdad socioeconómica,
también es cierto que cuentan con ventajas para hacerlo realidad. Tienen niveles de
educación más altos que sus progenitores; están familiarizados con las nuevas
tecnologías de producción, comunicación, manejo y procesamiento de información, han
experimentado el ritmo continuo del cambio, lo que los hará capaces de enfrentar las
transformaciones futuras con mayor flexibilidad y rapidez y se desenvolverán en un
escenario demográfico más holgado, tanto por la tendencia a la estabilización de las
cohortes jóvenes como por el mayor número de opciones para orientar las conductas
demográficas.

No obstante, para lograr lo anterior los jóvenes continuarán enfrentándose a enormes
retos, ya que persisten, e incluso se agudizan, altos grados de exclusión social de los
jóvenes, claramente reflejados en sus tasas de desempleo; se mantienen o elevan las
probabilidades de que practiquen conductas riesgosas (en particular, en los ámbitos de
la sexualidad y de la reproducción), así como conductas ilícitas o violentas, y no se
vislumbra que su participación en la toma de decisiones se vuelva más activa. (Celade,
2000)